sábado, 22 de marzo de 2008

Palabras finales

Hoy en día, a ningún hombre culto, se le ocurriría tratar a la mujer como lo hacían sus antepasados, por ello han recurrido a maneras más sofisticadas, con igual o mejor resultado: Utilizan todos los medios de comunicación para mostrarla no como una mujer pensante y laboriosa, sino que ellos han creado como imagen ideal de ésta la de “La Mujer Seductora”, la que con su cuerpo y vanidad va arrasando a los hombre que encuentra en el camino e invitando a que todas las mujeres hagan lo mismo. La mujer inteligente, la que realmente se valora, no debe caer en tal trampa; ella es importante no por su cuerpo, ni por su belleza, sino por lo que es como persona y por lo importante que es para la sociedad el trabajo que realiza. Trabajo que debe ser, no para competir con el hombre, sino complementario el uno del otro. La mujer representa la mitad de la población, ellas tienen aspiraciones y necesidades propias, las que solo podrán satisfacer quienes las conozcan y sientan como propias, o sea las mujeres mismas, sin que ello signifique que les estén vedados otros campos, o que existan actividades para las que no sean capaces.

En nuestros tiempos vemos como la mujer, a través de miles de engaño y fraudes por medios auditivos, visuales, psicológicos, sensoriales, estéticos, artísticos y banales, utilizan su existencia para persuadir a los consumidores a adquirir innecesariamente productos, mancillando su honor y dignidad. Vemos como es desnudada en almanaques, revistas, reinados de belleza, vallas publicitarias, en programas de televisión en general. La mujer dentro del medio social occidental vive en un irrespeto tal que solo se la mira desde el punto de vista material pasional.

La mujer en occidente a finales del siglo pasado y en el presente, ha obtenido el reconocimiento de algunos de los derechos que la mujer musulmana a disfrutado desde hace más de mil cuatrocientos años.

La mujer: Sus derechos politicos, ecónomicos y sociales II

En el Sagrado Corán, Dios todo poderoso, de manera reiterativa y categórica, nos enseña y ordena la igualdad entre hombre y mujer. En varias aleyas, de manera clara hace mención a los derechos y deberes de los humanos sin hacer distinción alguna, como prueba de lo anterior transcribiremos la traducción de algunas de estas aleyas:

“ Dios ha preparado perdón y magnifica recompensa para los musulmanes y las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los devotos y las devotas, los sinceros y las sinceras, los pacientes y las pacientes, los humildes y las humildes, los que, y las que, dan limosnas, los que, y las que, ayunan, los castos y las castas, los que, y las que, recuerdan mucho a Dios.”

“A los hijos varones corresponde una parte legitima de lo que hayan dejado los padres y parientes. Las mujeres también tendrán una parte legitima de lo que hayan dejado los padres y parientes ...” Sura 4, 7.

“Los creyentes, hombres y mujeres, se protegen uno al otro. Ellos prescriben lo bueno y prohiben lo que es malo. Ellos observan la oración con regularidad y obedecen a Allah y a Su mensajero. Sobre ellos Allah ha prometido a Sus creyentes, hombres y mujeres, jardines por cuyos bajos fluyen ríos, para habitarlos, y hermosas mansiones dentro de los jardines con eterna bendición” Corán 9:72

¡ Oh creyentes ! no os ridiculicéis unos a otros, es posible que los ridiculizados sean mejores que ellos. Que tampoco las mujeres se ridiculicen unas a otras; porque es posible que ésta sean mejores que aquellas; ni os difaméis ni os motejéis “ Sura 49:11

“ ... A los hombres les corresponde la recompensa que se hayan merecido así como también las mujeres tendrán la recompensa que se hayan merecido ...” Sura 4, 32

El Islam dio a la mujer una identidad independiente y declaró que sus alcances morales y espirituales dependen solamente de su propia iniciativa. Al igual que el hombre, su éxito o fracaso descansa sobre sus propias creencias y actitudes, conducta y comportamiento. Ella es un ser responsable con derechos propios y lleva una carga de obligaciones morales y espirituales. El Profeta, la paz sea con él, dijo: “Cada uno de vosotros es guardián y responsable por lo que está a su cargo. El gobernante está a cargo de sus gobernados y es responsable de ellos; el esposo está a cargo de su familia y es responsable de ella; la esposa es el guardían del hogar de su esposo y es responsable de él. (Al bujari)

Es un hecho que el Corán presenta a las mujeres como un ejemplo a seguir para los creyentes al igual que para los no creyentes. “Allah pone por delante, como ejemplo de los incrédulos a la esposa de Noé y a la esposa de Lot. Las dos estuvieron bajo -el cargo - de dos siervos justos, sinembargo eran falsas con sus esposos y no obtuvieron beneficio alguno ante ALLAH en su favor, pero se les dijo: ! Entrad al fuego junto con los que han entrado ! . Y Allah pone por delante como ejemplo para aquellos que creen, a la esposa del Faraón, Contemplativa, ella dijo: ! Oh mi señor! construye para mi, cerca a Ti, una mansión en el paraíso, y cuídame de Faraón y sus actos y cuídame de aquellos que hacen el mal. Y María, de la familia de Imrán, quien guardó su castidad. Nosotros soplamos en ella de nuestro espíritu y ella atestiguó la verdad de las palabras de Su señor y de Sus revelaciones y fue una de las devotas”

En el Islam la mujer, sin considerar su estado marital, es completamente capaz de comprar, adquirir, vender, heredar; al igual que al hombre, le corresponde verificar la existencia humana, por lo que también tiene la facultad para obtener y actuar en todos lo campos, como explotar, comprar, vender, asociarse, hipotecar, arrendar, legar etc. en su propio beneficio. A ella se le exige sea parte activa en el trasegar de la sociedad en busca de su máximo desarrollo.

Sean cuales fueran las propiedades de la mujer, el hombre no tiene derecho a tomar de ellas nada, sino es con el previo y voluntario consentimiento de ésta . En cuanto a la propiedad ganada no hay ninguna diferencia entre el hombre y la mujer, bien sea en el salario o en el beneficio de una mercancía o en la renta de unas tierras etc., porque a esto sigue otra regla que es la justa igualdad entre el trabajo y su retribución.

La mujer musulmana como quiera que no teme el verse abandonada y desprotegida, ni la asalta el temor de tener, como lo hacen las mujeres cabeza de familia en nuestro país, que sufragar la totalidad de los gastos del hogar para poder sacar adelante a su familia, goza de una mayor libertad a la hora de escoger trabajo y de invertir lo que gana, pudiendo gastar lo todo en asuntos propios productivos o personales, como invertir en negocios, dar a sus hijos, comprar vestidos, joyas, etc. Estas últimas las podrá usar en cualquier momento, ya que no está expuesta a ninguna clase de atropellos o asaltos para despojarla de lo que lleva puesto.

La mujer:Sus derechos politicos, ecónomicos y sociales

Es deber insoslayable de la comunidad musulmana, tal como lo ordena El Creador, en el Sagrado Corán, “ , “Prescribir el bien y prohibir el mal”. Deber que corresponde por igual a hombre y mujer ; “ los creyentes, hombres y mujeres, se protegen uno al otro. Ellos prescriben lo bueno y prohiben lo que es malo. Ellos observan la oración con regularidad y obedecen a Allah y a Su mensajero. Sobre ellos Allah ha prometido a Sus creyentes, hombres y mujeres, jardines por cuyos bajos fluyen ríos, para habitarlos, y hermosas mansiones dentro de los jardines con eterna bendición” Corán 9:72

La mujer musulmana como compañera que ha sido del hombre, ha dejado huella imborrable en la construcción de la sociedad islámica en todos los ámbitos. Siempre se le ha tenido en cuenta en los asuntos del hogar y de la comunidad. En asuntos importantes, el Profeta habló de ellos con sus esposas y éstas lo aconsejaron. Decisiones de mujeres fueron acatadas y respetadas.

El Sagrado Corán ordena a toda la comunidad islámica, y en especial al hombre, brindar una protección absoluta a la mujer, pero sin desconocer ni vulnerar ninguno de sus derechos. Tal protección, pues, no significa esclavitud ni servidumbre; se le protege para que ella pueda sin ningún peso desarrollarse y buscar su propio bienestar e identidad.

La mujer musulmana siempre ha contado con el derecho a la libre expresión. La historia nos muestra como la mujer expresó libremente sus opiniones, argumentó y participó en serios debates en época del Profeta, con éste y con otros jefes musulmanes. Con entera libertad expresó sus opiniones sobre diversos temas, fuesen estos domésticos o de interés público, algunas se mostraron en desacuerdo con decisiones de los califas y fueron tan razonables y acertados sus argumentos que éstos últimos se vieron precisado a aceptarlos. Nunca se rechazó la opinión de una mujer por el simple hecho de su condición, todo cuanto éstas decían era tomado en consideración y analizado. La sabiduría en sus opiniones era lo que se tenía en cuenta, no su condición sexual.

También nos muestra la historia a mujeres musulmanes participando en la vida pública, manejando asuntos de estado, especialmente en momentos de emergencia, y lo hicieron muy bien. En las guerras, las mujeres fueron un auxiliar valioso para los combatientes, acompañaban a los hombres y se encargaban de los heridos, de preparar los suministros y de otras tareas esenciales, siempre dentro del mayor respeto y sin mancillar su honor. Las mujeres de otros lugares, en esa época cuando se les permitía acompañar a los soldados, era solo para que les brindaran a éstos el sexo, nunca les permitieron realizar labores importantes.

La Mujer y el trabajo productivo

No hay duda que las condiciones materiales de los pueblos y las costumbres reinantes, son determinantes cuando de establecer que trabajos debe hacer la mujer y cuales debe realizar el hombre. Aún quedan rezagos de tiempos anteriores que nos impiden ver con objetividad la situación relacionado con el trabajo productivo, nos inventamos toda una serie de teorías o conceptos para justificar unos y desaprobar otros. La mujer es tan capaz como el hombres para llevar a cabo cualquier tareas, por lo que no podemos desaprovechar sus conocimientos ni su fuerza de trabajo, la sociedad necesita de ese inmenso potencial para poder avanzar y para lograr un mejor modo de vida para la humanidad entera.

En la Umma Islámica , a diferencia de las naciones occidentales o con modelos económicos copiados de estos, la mujer no se vio forzada a salir en masa a buscar trabajos en las fábricas ni a suplir la escasez de mano de obra, en dichos estados existía tal abundancia de hombres que los pocos puestos existentes eran insuficientes para ellos y la mujer nunca fue desprotegida, como para que se viera obligada a ponerse al servicio de las grandes factorías so pena de perecer de hambre. No obstante lo anterior, si ella deseaba trabajar y participar en el trabajo productivo era totalmente libre de hacerlo, siempre que no se atentara contra su integridad y su honor.

En las tierras del Islam, entre los pobres las actividades que se han realizando a través de los tiempos, y siguen realizándose aún, son de subsistencias, las que requieren poca preparación, y por lo general se llevan a cabo en el ambiente familiar, en estas la mujer siempre ha estado presente, como esposa al lado de su esposo, con hija con sus padre o hermanos, no ha tenido necesidad de salir a vender su fuerza de trabajo a personas extrañas a su entorno familiar. Se las ve en actividades agrícolas, artesanales y relacionadas con el comercio. En los estratos medios, la situación es similar; los esposos atienden conjuntamente las pequeñas factorías o almacenes, sus parientes son por lo general sus empleados. Igual acontece con el ejercicio de las profesiones liberales, las esposas e hijas, son por general las secretarias o ayudantes.

En los círculos pudientes, el padre provee las necesidades del hogar, y la mujer no ha sido sometida al dilema de tener que trabajar para poder sostener a sus hijos y sacar adelante a su familia, como si ocurrió, y ocurre, en Occidente. La gran industria es relativamente nueva y todavía no se ha desarrollado lo suficiente como para cambiar los hábitos de trabajos de dichos pueblos y, por ende, lo relacionado con la participación de la mujer en ellas es escasa.

El trabajo productivo, como se anotó antes, es deber tanto del hombre como de la mujer, ambos tienen que dar lo mejor de sí para construir una comunidad que lidere el desarrollo y el progreso de la humanidad, tal como sucedió en el pasado, donde la Umma Islámica era el faro que alumbraba el horizonte de la ciencia y del saber, de la paz y la prosperidad.

Para que pueda hacerse realidad lo anterior, es necesario que tener en cuenta lo siguiente:

La mujer tiene una condición diferente a la del hombre, cual es su vocación maternal, por ello toda actividad que menoscabe o ponga en peligro la misma tiene que ser desechada por esta. Ninguna comunidad se puede permitir el lujo de poner en peligro la supervivencia de la especie, ello es contra los mandatos de Dios.

Toda actividad, sea ésta productiva o no, de la cual, siquiera, se sospeche que vulnera o pone en peligro la maternidad, tiene que ser prohibida para la mujer. Pero de determinar cuales son estas actividades se encarga la ciencia, no es lógico que personas ignorantes de estos temas anden prohibiendo tal o cual actividad. Así mismo, en el periodo del parto y durante la crianza, es deber de la comunidad entera dar a la mujer que trabaja todas las garantías para que ella pueda de manera sosegada materializar su vocación de madre.

E igualmente, que la comunidad es un engranaje de sociedades maritales y que dentro de estas se crean prioridades, las que unas veces aconsejaran el trabajo de ambos cónyuges y en otras, no. Los esposos de mutuo acuerdo deberá resolver tales dilemas y mantener siempre la concordia en el hogar. Tan necesario es en la familia, el que se proveea el sustento, como velar por el cuidado y la crianza de los hijos .

Y también, que cualquier interrelación entre hombre y mujer debe ejectuarse en un ambiente sano, que impida la obscenidad y los malos comentarios, no debemos propiciar actos que nos conduzcan a las tentaciones. Al igual que al hombre, a la mujer no le están permitidos los trabajos donde se exhiban los atributos, ni el hombre ni la mujer pueden permitirse trabajos donde se les incite a la pasión o a faltar a la fidelidad del hogar. Las jóvenes, al igual que los jóvenes, tienen que mantenerse siempre en ambientes alejados de la intimidad, la que solo es posible cuando se conforma un hogar.

Lo anterior, en absoluto limita las posibilidades de la mujer, es la misma situación del hombre musulmán. Las necesidades del mundo moderno han abierto inimaginables posibilidades a la mujer actual; hoy más que nunca se necesita que ésta asuma roles nuevos, que potencialice sus capacidades y cubra con su labor productiva la mitad de las necesidades de la humanidad. No hacerlo, sería una inmensa perdida, no solo para la mujer, sino para la sociedad entera.

Hombres y mujeres son de la misma familia, y como tal, tienen los mismos derechos y deberes, ya que el señor les promete: “ Nunca despreciare el trabajo de quien obre de vosotros, sea hombre o mujer, porque descendéis unos de otros” Corán 3:195) Es de anotar, además, que para el musulmán el ocupar puestos de dirección no es una meta en si misma, sino una responsabilidad que la comunidad otorga a los que cree más capaces. El musulmán hombre o mujer, no ambiciona ni busca tales puestos.

La mujer y La Educación




En el Islam, la instrucción es un deber para todos. No hay diferencia entre hombres y mujeres, ni entre ricos y pobres, ni entre blancos y negros, ni entre árabes y no árabes. El Profeta, la paz sea con él, dijo al respecto: “ La búsqueda del saber es una obligación para todo musulmán y toda musulmana, sin diferencia entre ambos en esta búsqueda.”

Tanto hombre como mujer están obligados a buscar a través del conocimiento el camino recto y su propia realización personal . Durante las primeras épocas del Islam, conoció el mundo a mujeres muy cultas y sobresalientes, algunas fueron más instruidas que muchos hombres de su momento.

En el Islam el sabio, lo es el vidente, el ser, la luz, mientras que el ignorante es el ciego, las tinieblas y la nada. Por todo ello el musulmán da mucha importancia a la educación y la considera como la escalera de la ciencia y la puerta de la creencia. Los ignorantes no alcanzarán a conocer a su Señor.

En la primera aleya revelada al Profeta, la paz sea con él, ALLAH, Glorificado sea, le dice:

“ Lee en el nombre de tu señor que creó, que creó al hombre de un cuajo de sangre. Lee y ten en cuenta que tu señor es el más generoso. El es quien enseñó al hombre el manejo del cálamo. Enseñó al hombre lo que ignoraba.” Sura 96: 1, 5

El musulmán, que aspira a ser considerado como tal, tiene ante sí el inmenso compromiso de instruirse y fomentar la educación y permitir que tanto hombres como mujeres transiten por los senderos de la ciencia. No lo asusta el conocimiento, ya que éste, contrario a lo que sucede con los adeptos de otras religiones distintas a la de Dios, afianza la creencia y nos da a conocer la grandeza del Altísimo y así mismo, es base de todo progreso y avance.

La mujer y El Divorcio

El musulmán al contraer matrimonio, sabe que esa relación surgida del mismo, es de carácter permanente, y de continua armonía, no solo entre el hombre y la mujer, sino también entre estos y Dios. Pero, como de todos es sabido existen desavenencias muy graves que no permiten a la pareja seguir unidos, ya que esto último haría mas daño a los cónyuges y a los hijos, por ello se permite el Divorcio como recurso extremo; el Profeta, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, lo calificó como la cosa más detestable, a los ojos de Dios, de todos los medios legítimos que se le han permitido al ser humano.

Para que se pueda llegar al divorcio, los cónyuges deben darse un tiempo prudencial y antes agotar otras instancias, así:

1.- Tratar de resolver sus disputas entre sí. Los esposos deben dialogar de la mejor manera sobre el asunto que motiva el conflicto y tratar de buscar soluciones que salven la relación sin perjudicar a ninguno de los involucrados.

2.- Deben someter el asunto a dos árbitros. Sí ellos mismo no han podido resolver la situación presentada, deberán acudir a sendos árbitros, uno de cada familia, quienes de manera imparcial y desapasionada buscarán poner paz entre los esposos y zanjar las diferencias, llamando siempre a que tengan paciencia y a que consulten a Dios y busquen su ayuda.

3.- Acudir al Divorcio. Si las dos instancias iniciales fracasan, las partes están legitimadas para aplicar el Divorcio. De acuerdo con la Ley Islámica, para que éste se haga realidad, requiere que sea aceptado por ambas partes, el mismo tiene que concederse salvaguardando el respeto debido a cada uno de los cónyuges y su dignidad. Esta última etapa, tampoco es algo precipitado; las leyes de Dios, El más sabio, ordenan ir en forma gradual, hasta que ambos estén absolutamente convencidos que no existe otra alternativa diferente a la separación.

La mujer y El Matrimonio

De acuerdo con el Islam el espíritu verdadero de la vida marital es: conocimiento, amor, compresión y respeto mutuo. Son muchas las palabras del CORAN y de la Sunna del Profeta, que prescriben dentro del matrimonio, la consideración y la justicia, la compasión y el amor, la simpatía y la benevolencia, la paciencia y la buena voluntad. El Profeta, la paz de Dios Sea con él, nos dejó varias recomendaciones a este respecto, Dijo: El mejor musulmán es aquel que mejor se comporta con su familia y con su esposa e, igualmente, dijo: que el mayor y más bendito gozo de la vida se encuentra en una esposa buena y recta. En la comunidad Islámica, el matrimonio trae consigo derechos y obligaciones. Los deberes y derechos son de ambos esposos. No existe en el Islam ninguna discriminación entre hombres y mujeres: ambos son creaciones de Dios. El uno hecho para la otra. Es como decía el Profeta: Hombres y mujeres, constituyen cada uno, una mitad que necesita de la otra para conformar un todo.

En su forma, el matrimonio islámico es una ceremonia sencilla. No se requiere de ninguna formalidad especial, se puede hacer en cualquier lugar y momento. Las únicas exigencias son: Que los contrayentes declaren de viva voz su deseo de unir sus vidas y que se haga ante dos testigos. E, igualmente, por mandato de Dios, el novio debe enaltecer a su futura esposa con un regalo como símbolo material de su amor.

En lo concerniente a su contenido y significado, el matrimonio para la comunidad Islámica es un fuerte vinculo y un compromiso con el Creador del Universo, con la vida misma: representa la supervivencia, la convivencia y la superación de la raza humana y el sosiego y deleite de los esposos. En el matrimonio estos encuentran la propia realización y satisfacción mutua.

En el matrimonio, hombre y mujer encuentran el amor y la paz. Encuentran la compasión y la serenidad. En el matrimonio, hombre y mujer, encuentran el bienestar y la esperanza. El compromiso matrimonial, antes que un compromiso entre los futuros esposos, es un compromiso con DIOS, EL ETERNO, EL DIOS UNICO, el que todo lo ve y todo lo sabe: Hombre y mujer deben estar plenamente convencidos del compromiso que asumen y su intención debe ser la de conformar una unión permanente y una familia en el camino de Dios. El Profeta, la paz sea con él, dijo: “ ¡ Malditos sean !, los hombres y las mujeres que gozan cambiando frecuentemente de cónyuge.”

El marido contrae, con Dios y con la sociedad, el compromiso moral de tratar a su mujer con amabilidad, honor y paciencia. Es deber suyo, el mantenerla honradamente y no causarle aflicción o daño alguno, ni físico ni moral. El marido debe cumplir sus deberes alegremente, sin reproche ni injuria y buscando, siempre, la complacencia de Dios. Dichas obligaciones debe procurar cumplirlas de manera digna, sin extravagancia, ni tacañería y sin descuidar las otras tareas que le impone la vida matrimonial y los demás asuntos del hogar. La ley de Dios, manda al marido tratar a su esposa con justicia, respetar sus sentimientos y hacerla objeto de gentileza y consideración. La relación matrimonial debe ser armónica y en ella debe reinar la paz y la alegría.

En su último discurso, el Profeta, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, Dijo:

“ ! Vosotros ! Tenéis derechos sobre vuestras esposas y vuestras esposas tienen derechos sobre vosotros. Tratad a vuestras esposas con amor y gentileza. En verdad las habéis tomado como un encargo de Dios y las habéis hecho legitimas por las palabras de Dios. Sed siempre fieles al encargo que se os confía y evitad los pecados.”


La mujer y La vida familiar

Dios, Alabado sea, nos ordena prestar mucha atención a la familia, ya que ésta es la institución principal y fundamental de la sociedad. La única familia que permite el Islam es la legal, o sea la surgida de un matrimonio entre un hombre y una mujer. Las uniones clandestinas o contrarias a la naturaleza humana, no son permitidas y se castigan severamente. El adulterio del hombre o de la mujer, no son tolerados por el Islam, por cuanto estos son actos contrarios a las leyes de Dios, con los que se siembra la corrupción en la sociedad humana y son generadores de toda una serie de conflictos.

El verdadero musulmán, hombre o mujer, sigue las indicaciones dadas en Sagrado Corán y el ejemplo del profeta Mahoma, la paz de Dios sea con él, y se dedica a llevar una vida ordenada, a ser gentil con su pareja, a armonizar con ella de forma equitativa y amable, tratarse con justicia, respetar los sentimientos de cada uno, no mantener animadversión él uno por el otro, ni vivir sometidos a ansiedades o incertidumbres, cumpliendo cada uno con sus responsabilidades comunes y con las propias.

La responsabilidad del sustento del hogar y de la familia, la estableció Dios en cabeza del hombre (6), sin que ello signifique que la mujer carece de responsabilidad total a ese respecto, ya que como se anotó arriba, hombre y mujer constituyen cada uno una mitad que necesita de la otra para poder ser.

El Islam colocó a la mujer en el puesto que le correspondía en la sociedad, llamó a tratarla como igual al hombre y en algunos casos, le dio un precedente sobre éste. Así cuando fue preguntado el Profeta, la paz sea con él, ¿ Quien tiene más derecho a ser tratado con la mejor cortesía ? El Profeta respondió: “ Tu madre “. El hombre preguntó nuevamente ¿ Quien después de ella ?, el Profeta, otra vez contestó “ Tu madre”, De nuevo el interlocutor insistió ¿ Quien Sigue ?. El Profeta nuevamente contestó: “ Tú madre “ El hombre preguntó por cuarta vez ¿ Quien sigue ? y el Profeta, La paz de Dios sea con él, respondió “Tu padre”. ( Al bujari)

En otra ocasión, un hombre expresó su deseo de unirse a una expedición militar, el profeta, la paz de Dios sea con él, lo interrogó si tenía madre. Cuando le respondió que sí, el profeta, le dijo “Permanece con ella. Porque las llaves del paraíso están a sus pies” (Ahmad, Basri y Al -Baihaqui)

La mujer ocupa una posición central en la sociedad humana, así lo reconoce, y lo ha reconocido la comunidad islámica desde sus inicios. La familia musulmana se caracteriza por ser unidad y solidaria, los miembros de la misma se protegen unos a otros. El esposo protege a la esposa y ésta a su esposo. Los padres nunca abandonan a sus hijos, ni los hijos a sus padres. Esta unidad y solidaridad surge de la creencia y del sometimiento al Creador.

Notas:
(6) Lo anterior no da al hombre ninguna prerrogativa especial o autoridad sobre la mujer, que lo lleve a desconocer los derechos de esta.

los valores de la mujer en el Islam





La civilización islámica se apoya en tres principios capitales:

Primero, el creer en un Dios Único, que es el señor y creador de todos los humanos. Así todos los humanos son iguales y tienen derechos y obligaciones ante Dios como siervos de Este.

Segundo, que todos los humanos, hombres y mujeres, fueron creados a partir de una sola persona. En otras palabras, son hijos de los mismos padres, miembros de una misma familia, de una misma especie. Este segundo principio resalta los lazos consanguíneos o relaciones del ser humano con su prójimo ( hombre o mujer).

Tercero: A hombre y mujer les fue concedido por el Todopoderoso, libre albedrío, lo que les da libertad de elección entre seguir o no, el camino recto. Quienes se aferren al pacto y actúen conforme a él obtendrán como recompensa el día del Juicio Final el Paraíso donde vivirán eternamente. Quienes lo desprecien y actúen arrogantemente, con negligencia o franca rebeldía a lo ordenado, tendrán como retribución lo que se merecen: El infierno. (4) *

Para permitir, tanto a la mujer como al hombre, alcanzar su potencial total, el Islam provee un marco social y busca crear una atmósfera de moral saludable.

La sociedad islámica se edifica sobre las virtudes de organización, disciplina, afecto mutuo y sentimiento de solidaridad entre sus miembros y con un orden social basado en la justicia, la libertad, la igualdad. Tanto a hombre como mujer se les exige ser personas virtuosas, educadas, benignas y sinceras; al igual que sean honestos y formales al hablar, que sus actos concuerden con sus palabras, que estén contentos con sus propias posiciones legitimas, que se desvelen por ayudar al prójimo, que vivan, y permitan a otros, vivir en paz, que cuiden a los ancianos, discapacitados, pobres, enfermos, huérfanos y abandonados y ayuden a los amigos, parientes, vecinos, en pocas palabras que sean personas de las que solo se puedan esperar el bien.

Los que se someten a la voluntad del Creador, les es obligatorio seguir lo que ha sido revelado como guía para el hombre a través de los profetas, la paz sea con todos ellos, y que se encuentra compilado en los libros Sagrados y en los ejemplos vivientes de éstos siervos escogidos, fuera de lo anterior, la voluntad de Dios no puede ser determinada por hombre alguno.

La voluntad del Señor de esta vida y de la otra, se concretizan en un auténtico Código de Vida, denominado Sharia, la que moldea a la sociedad que la acepta de un modo tal que la conduce por el camino del bien, la virtud y la verdad en cada una de las esferas de la actividad humana, potencializa las fuerzas del bien, de la comprensión, la tolerancia, la bondad en todas las direcciones y, al mismo tiempo, aparta a los creyentes de todas las sendas que lo conducen a la perdición. Tal proyecto social procura extirpar los males, prohibe el vicio, la indecencia, la deshonestidad, la mentira, impidiendo las causas de su aparición y crecimiento, cerrando las puertas a todo lo que pueda conducir o genera tales actos reprobable. Su principal objetivo es construir la vida humana en base a virtudes y limpiarla de todo vicio.

De lo anotado se establece que El Altísimo exige tanto a hombre como mujer crecer espiritualmente, entendiéndose que esto implica un desarrollo personal, un compromiso con la familia, con la comunidad y con el progreso - material y espiritual - indispensable para cimentar una sociedad devota de Dios. Por ello los llama a cumplir lo obligatorio, lo recomendado y abstenerse de lo prohibido y de lo no deseable. El musulmán tiene el deber de no incitar las pasiones del otro, excepto si son esposos legítimos, por ello el contacto entre hombre y mujer tiene que ser respetuoso, discreto, no insinuante. Tanto hombre como mujer deben tener pudor en todos sus actos y en el vestir deben ser recatados (5). No permitir que su comportamiento se preste para habladurías de la gente ni para crear discordias en la comunidad.

Notas:
(4) En el Sagrado Corán, Dios, El Señor de los Mundos, nos aclara que Eva, no fue la única culpable de la caída del Edén, ya que tanto Adán como ella fueron engañados por el Sheitan (Satanás) por lo que sobre ambos recae la culpa, culpa que por lo demás expiaron al arrepentirse y volverse a su Señor.

(5) Las tradiciones dan cuenta que el profeta Moisés, la paz sea con él, vestía tan recatadamente, que no permitía ni a los hombres que andaban con él verlo desnudo, los que llegaron a pensar que sufría de una enfermedad espantosa. Dios, Alabado sea, les desvirtuó tales pensamientos permitiendo lo vieran mientras buscaba sus ropas, las que habían cambiando de lugar cuando éste se bañaba. Del Profeta Mahoma, la paz sea con él, sus compañeros dijeron que era tan recatado como una virgen. Fuera de la relación de esposos, no está permitido ni al hombre ni a la mujer mostrar su cuerpo ni a los de su mismo sexo, excepto en caso de necesidad, como por situación de salud.

Lugar de la Mujer en el Islam II

Como anotamos arriba, en la antigüedad sobre la mujer pesaban grandes anatemas, los cuales el Sagrado Corán, al reivindicar la naturaleza de ésta como igual al hombre, pulverizó. Ello trajo como consecuencia lo siguiente:

En primer lugar la liberó del estigma ancestral, mediante el cual era vista, incluso por las mismas mujeres, como madre y fuente permanente de pecado y en la causa de los males que afligían a la humanidad. La mujer, al igual que el hombre, nace en un estado natural de pureza, de sometimiento a la voluntad y el deseo de Dios, estado que puede continuar o cambiar de acuerdo al camino que se elija libremente.

No hay pueblos, o razas, ni sexos escogidos; hombres y mujeres, fueron creados con el libre albedrío, solo el esfuerzo que cada uno realice lo puede salvar o condenar. El pecado no es propio del sexo femenino, lo que lo causa no es la condición de mujer, sino el comportamiento que cada individuo realice, sea hombre o mujer; tan fuente de pecado puede ser un hombre como una mujer, si no se guían rectamente. El Corán menciona a varias mujeres con gran respeto, por ejemplo a Eva, Sara, la madre de Moisés y a María, la madre de Jesús, entre otras. Sara y María fueron visitadas por ángeles que conversaron con ellas.

“Los creyentes, hombres y mujeres, se protegen uno al otro. Ellos prescriben lo bueno y prohiben lo que es malo. Ellos observan la oración con regularidad y obedecen a Allah y a Su mensajero. Sobre ellos Allah ha prometido a Sus creyentes, hombres y mujeres, jardines por cuyos bajos fluyen ríos, para habitarlos, y hermosas mansiones dentro de los jardines con eterna bendición” Corán 9:72

Hombre y mujer, por igual, tienen que buscar la complacencia de Dios. Ambos han de cumplir las leyes divinas, es deber de ambos el hacer y ordenar el bien y el combatir el mal.

En segundo lugar, el Islam enalteció la condición de la mujer, la colocó dentro de la comunidad en el lugar que le correspondía: como mujer, igual al hombre; como hija y hermana, en igualdad que el varón; como esposa, con responsabilidades y derechos equiparables a los del marido y como madre, un poco por encima del padre. Esto trajo consigo un gran cambio en la mente colectiva, lo que permitió que se la tratara con respeto y con dignidad como al hombre; se consultaba y apreciaba su opinión, lo que a su vez le permitió liberarse del yugo del padre y de los demás hombre, podía ella escoger esposo o divorciarse. Ya sus parientes hombres no decidirían a sus espaldas su destino, no podía ser vendida ni regalada a ningún varón, no estaba obligada a ser el trofeo de nadie, ni a tener que ser la mercancía con la cual los hombres saldaban sus compromisos sociales, económicos o políticos.

Tercero: Su labor productiva fue por fin valorada y apreciada. Cualquier actividad económica o cultural estaba a su alcance, su trabajo y esfuerzos tenían igual valor que el del hombre.

“ Nunca despreciare el trabajo de quien obre de vosotros, sea hombre o mujer, porque descendéis unos de otros” Corán 3:195) 1

Lo anterior originó derechos tales como, el derecho a tener bienes y el derecho a educarse (2 ), a partir de los cuales comenzaron a desarrollarse y a imponerse otros derechos. Ya no se la podía seguir viendo como ese ser incapaz de concebir ideas o de llevar a cabo actividades de trascendencia y ella se volcó a escuelas y universidades en busca de conocimiento.

La labor en el hogar se dignificó y valoró, al igual que los cuidados maternales; se le recomendó a los hombres musulmanes, hacerlas igualmente(3) y se estableció que cuando tales labores las realiza la mujer y éstas no sean apreciadas o valoradas por el hombre, podrá ella ponerle preció y exigirle al marido el pago de las mismas, sin importar cual sea dicha tarea, incluso podrá exigir paga por amamantar a su hijos. El imán Shafi ordenó a un hombre a que pagara a su esposa por darle el pecho a su propio hijo.

Al exigir Dios, Alabado Sea, de ambos sexos las mismas cosas nos está señalando que hombre y mujer son iguales, con los mismos derechos y la misma capacidad intelectual, la cual desarrolla cada individuo como desea. El Islam exige de la mujer y del hombre que estos sean la parte activa que lleve a la sociedad a su máximo desarrollo, que juntos conviertan este planeta en un paraíso, donde reine la paz, la concordia, el bienestar general y donde se alabe al creador noche y día.

Notas:

1) Hombres de mujeres y mujeres de hombres; de la unión de uno y otra, surgimos los humanos.
(2) En el Sagrado Corán, no solo se sentaron las bases para que surgieran estos derechos, sino que también se ordenó reconocerlos como tales. (3) Aisha, la esposa del Profeta, decía que “éste cuando no estaba en la mezquita o atendiendo los asuntos del gobierno de la comunidad, se dedicaba a quehaceres del hogar.”

Lugar de la Mujer en el Islam

Cuando llega el último de los mensajes del Creador de los mundos, la mujer se encuentra por doquier en condición degradante y con grandes estigmas pesando sobre ella, entre los que es bueno resaltar, éstos: - uno, que la catalogaba como de naturaleza inferior al hombre ; otro, que la consideraba como el pecado mismo y, un tercero, que despreciaba las labores realizadas por ella, las cuales eran consideradas de poco valor e indignas de ser hechas por un hombre. . Dios, Altísimo sea, pone fin a cualquier discusión sobre el tema y decide de una vez por todas cual es la verdadera condición de la mujer con relación al hombre, dejando sin piso tales artificios:

Allah, El Señor de los Mundos, sentenció:

“ ¡ Oh humanos! os hemos creado de un hombre y de una mujer y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. Ciertamente el más honrado de vosotros ante Dios es el que sea más piadosos. sura 49: 13-

“ ! Oh humanos! preservaros de vuestro Señor que os creó de un sólo ser, del cual creó a su esposa y de ambos hizo descender a innumerables hombres y mujeres” -Sura 4, 1-

“ Nunca despreciare el trabajo de quien obre de vosotros, sea hombre o mujer, porque descendéis unos de otros” Corán 3:195)

El Profeta, la paz de Dios sea con él, por su parte dijo al respecto:

¡ Oh ! humanos, vuestro Dios es único y vuestro padre es el mismo; todos descendéis de Adán, y Adán era de barro. Ciertamente el más honrado de vosotros es el más piadosos. No hay superioridad ... a no ser por el grado de piedad.”

Con estas sentencias quedó dilucidada la verdadera naturaleza de la mujer, ya no se la tendría más como inferior al hombre, o como extraña a la raza humana, ni se la vería como fuente del pecado y las actividades realizadas por ella serían apreciadas como las del hombre.

Al propagarse el mensaje del Islam a todos los confines de la tierra, comenzó una verdadera revolución social, aún no valorada adecuadamente ni culminada en toda su esencia. Revolución que restauró a la mujer su estatus como persona, como mujer, como madre y como hija y la colocó en el pedestal que le pertenecía; no fue vista ya como causante del pecado o de las calamidades y sus esfuerzos, sus obras, por fin fueron apreciadas y valoradas.

El modo de vida islámico reconoció a la mujer su constante contribución al desarrollo de la sociedad y, consecuencialmente, los derechos que le pertenecen, tales como el derecho a su propia identidad, a educarse, a tener bienes propios, a participar en la herencia y a ser ella la que trazara su futuro, decidiendo por sí misma, con cual hombre podría casarse y formar su hogar. No más imposiciones en este sentido. Igualmente, en casos de desarmonía, podía divorciarse. Por mandato de Dios, Alabado sea, la sociedad Islámica sentó las bases de la verdadera emancipación femenina y le abrió a la mujer las puertas al éxito en esta vida y en la otra.

El Islam no sólo reivindicó el derecho de la mujer a llevar una vida social amplia, sino que hizo esto posible al proporcionarle los medios propios para su desarrollo en el estudio, trabajo, política o en cualquier otra actividad digna y decorosa, sin ninguna limitación. Atrás quedaron los tabúes y prejuicios ancestrales que le impidieron ser durante largas épocas y que privaron a la humanidad entera de contar con ayuda invaluable. Quienes aún persisten en esas oscuras formas de pensar y de actuar, van en contravía de la razón y de los mandatos Divinos.

La Sharia Islámica - Ley Islámica- exige a los hombres, y a toda la sociedad, no sólo tratar con bondad a la mujer, sino que también llama a respetar todos y cada uno de sus derechos. La bondad, si bien es cierto en algunos casos - al crear un clima de armonía y comprensión- hace innecesario el ejercicio de estos, no puede convertirse en una forma de desconocerlos. También ordena la Ley Islámica la educación tanto del hombre como de la mujer. Si no se le permite, o se le impide a ésta, educarse, es lógico desconocerá cuales son sus derechos, el significado de los mismos y la importancia que reportan y no los ejercerá ni los exigirá., ya que la ignorancia, es otra forma de desconocer o atentar contra los derechos concedidos por Dios a la mujer, que es, en gran parte, la situación que se vive en estos tiempos en varios lugares del mundo.

En los tiempos Modernos

    Esta situación de la mujer continuó por mucho tiempo, sin que surgiera algún cambio practico. Con el advenimiento de la revolución industrial se le vinculó al trabajo de las fábricas, no porque se le hubiese reconocido su labor productiva o valorado esta, sino simplemente porque era mano de obra que resultaba más barata que la del hombre o sencillamente porque los hombres escaseaban y la industria necesitaba quienes trabajasen.

    El hombre occidental no ha cesado de menospreciar la contribución de la mujer en la construcción de la sociedad, el reconocimiento que se le ha hecho como persona y de algunos derechos, ha sido por fuerza de los hechos y por el papel decidido que ha jugado la mujer en los proceso de emancipación de estos pueblos, sometidos a tiranías que han sojuzgados a hombres y mujeres por igual.

En la antigua Europa

Hasta tiempos recientes, en los hoy llamados cultos y civilizados pueblos de Europa, la mujer era despreciada, tampoco se le dio importancia alguna, no tenía derechos ni como mujer, ni como miembro de la sociedad, no podía opinar sobre los asuntos del hogar, ni los suyos propios, ni de los de la comunidad. Los padres cuando les nacía una hija, se sentían como sí se les hubiese caído el mundo encima. Ningún hombre aceptaba a una mujer si antes, los padres de ésta, no lo resarcían o le pagaban, por el favor de desembarazarlos de la calamidad que significaba para ellos el tener una hija.

En La peninsula Arabiga

Antes de que el Profeta, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, recibiera el mensaje Divino y lo difundiera entre sus gentes, la mujer árabe carecía de todo derecho, era menos apreciada que un caballo o que una cabra; los padres enterraban vivas a sus hijas, para, dizque, despojarse del oprobio que representaba tener una hembra entre su linaje. A una cabra le eran tributado mayores miramientos que a una mujer, aquella podía correr por las arenas del desierto y alimentarse de lo que encontraba, a ésta no le estaba permitido poner un pie fuera de su casa, ni opinar en los asuntos importantes ni en los no importantes. Su matrimonio era siempre arreglado por los varones de su familia, su consentimiento no interesaba. Esto explica porque aún hoy unos pocos árabes aferrados a esas tradiciones no islámicas dan a la mujer un tratamiento no acorde con los mandatos de Dios, que como veremos más adelante proclamó la igualdad de derechos entre hombre y mujer y enalteció la condición de esta última. En la Arabia preislamica, al igual que en la India, la mujer siempre era tratada como una cosa propiedad de algún hombre. Cuando moría su esposo, los parientes de éste era los que decían que hacer con ella y se la pasaban unos a otros sin consultarla. No se respetaban sus más mínimos derechos; no concebían, siquiera, que los pudiera tener.

En el Lejano Oriente

Los viejos hindúes lo único que tuvieron en cierta estima, era que la mujer le diera muchos hijos varones; en los demás aspectos, la humillaban y despreciaban. Su filosofo MANU decía: De la vergüenza la razón es la mujer, por eso hay que evitarlas y agregaba que “ una mujer no debe nunca gobernarse a su guisa”, por lo que ordenaba que ésta siempre tenía que estar bajo la tutela permanente de los hombres: si era casada pertenecía a su marido, si este moría a sus propios hijos, si no tenía hijos, a los parientes más cercano de su marido y si no tenía parientes pasaba a ser propiedad del soberano. No obstante la humillación y el oprobio por la tiranía que sobre ella se ejercía - pasaba a ser propiedad de unos y de otros, como si se tratara de un buey o una cosa y no se le reconocía derecho alguno - se le exigía, por mandato legal, mantenerse siempre de buen humor para no disgustar a su esposo, a quien sí le estaba permitido todo desafuero.

En la China, tanto en la antigüedad como en épocas recientes, las cosas para la mujer no fueron diferentes, los chinos cuando el primer hijo les nacía mujer, se deshacían de ella por cualquier medio, la vendía, la regalaban e incluso, la mataban. Las jóvenes eran sometidas a métodos infames, como por ejemplo, deformar sus pies, ya que los hombres las preferían con estos pequeños. En muchas de las culturas orientales, y de otras partes del mundo, cuando moría el marido la mujer corría igual suerte, se le enterraba viva junto con el cadáver de este.

Los antiguos Judios

Con los antiguos judíos no tuvo una mejor suerte: No se le dio importancia como ser humano, era como si fuese de otra especie y nada relacionado con ella era apreciado . Los hombres judíos, contrariando los mandatos divinos y las enseñanzas de sus profetas, especialmente, las de MOISES, la paz de Dios sea con él, se comportaban con ella de la peor manera e, incluso, consideraban una bendición el nacer hombre y una desgracia el nacer mujer. Una oración general de los hombres, de esos tiempos, en las mañanas era:” Que Sea Enaltecido Dios Señor de nosotros y este mundo, Estoy agradecido porque no me hiciste mujer.” y en el Eclesiastés, esos judíos llevando al paroxismo su orgullo, colocan como palabras del Creador las siguientes. “ Más vale un hombre vicioso que una mujer virtuosa”. ! Altísimo sea Dios, está por encima de lo que le atribuyen. Se condenan quienes ponen en boca del Misericordioso, lo que El nunca ha dicho. !

Los Griegos

Los antiguos griegos consideraban a la mujer como una esclava, ARISTOTELES decía: La mujer es para el hombre lo que la esclava es para su señor” y planteó a los “sabios” de su época y de los tiempos por venir, el que consideró el magno interrogante de la civilización ¿ Tienen las mujeres un alma ?.

“Sabios” cristianos reunidos en el concilio de MACON, tras arduos debates creyeron responder el gran dilema, fueron los mismos tan polémicos, que no fue posible logran una decisión unánime, por lo que la respuesta la sometieron a votación: La mujer, según su dictamen, se ganó el alma por una votación estrechisima, la mayoría se la dieron tres votos. ! Que despropósito ! ! Que Ignorancia !

En el imperio Romano

Durante los largos siglos que duró el Imperio Romano, la mujer se encontraba en una tutela permanente de su padre o de su marido; no podía -sin consentimiento previo de su tutor - escoger a su futuro esposo o contraer matrimonio, ni disponer de sus bienes, ni testar, ni ejercer cualquier otra actividad relacionados con estos; el educarla se consideraba algo inútil, lo único que le estaba permitido, además de tener hijos, era engalanar las fiestas de los hombres y acceder a sus requerimientos, a los que no se podía negar. La participación que tuvieron algunas en los asuntos de estado, fue por causa del azar, de compromisos políticos o de intrigas pasionales.

La mujer a traves de la historia

Desde el primer momento, la participación y contribución de la mujer en la construcción de la sociedad ha sido esencial, sin ella simplemente no seriamos. Y no nos referimos sólo a su rol en la procreación, sino al papel decidido que ésta ha jugado en todos los ámbitos del ser de la humanidad. La mujer desde tiempos inmemoriales ha prestado su concurso en labores económicas, médicas, culturales, morales, etc. Casi siempre su trabajo ha sido más arduo y prolongado que el del hombre y en la mayoría de las comunidades la participación del trabajo femenino en el ámbito productivo y de subsistencia fue el que permitió darle valor y trascendencia al quehacer y a las labores del hombre. Desde un comienzo hombre y mujer, han constituido cada uno una mitad que necesita de la otra para poder ser.

No obstante lo anterior, el hombre se ha negado a reconocerle a la mujer su verdadero valor, ha denigrado de ella y menospreciado, sistemáticamente, las labores realizadas por ésta, las que ha considerado, incluso, indignas de ser hechas por hombres. Los conceptos ideológicos y culturales, manipulados por el hombre y alejados de los mandatos divinos, tratan de manera peyorativa el trabajo realizado por la mujer, lo consideran como no esencial y ni siquiera se tienen tales labores como trabajo y a ella - a la mujer - se la tuvo (y se la tiene aún en algunos círculos) como incapaz de concebir ideas o de hacer algo productivo.

Los sabios y filósofos de la antigüedad discutían sobre ella, arduas fueron las polémicas acerca dé sí poseía alma o no; los que admitían que tenía alma, debatían si ésta era humana o animal. Nunca se le trató como igual al hombre, su condición social se la daba el linaje de su esposo, nunca su propia condición personal o las labores que realizaba y mucho menos su condición de mujer.

Lo anterior le ha permitido al hombre mantenerla sometida y dominada, le ha desconocido y restringidos sus derechos y libertades. Se le ha desconocido su condición de ser humano y su contribución a la construcción de la sociedad y se le ha estigmatizado de mil formas, con lo que se sentaron las bases para pisotearlas, humillarla en su persona, en su dignidad y en lo que representa en la comunidad. Sobre ella se lanzaron toda clase de oprobios: por un lado se la tuvo como de naturaleza inferior al varón, se decía que solo servía para calmar la pasión del macho y para parir. Por otro lado, se le consideró madre del pecado, de la tentación, del mal, de la corrupción, de la podredumbre y se la instaba a encerrarse en los conventos y en las habitaciones más obscuras de las casas, a mortificar su carne y su corazón para redimir, lo que decían era su negro destino. Todo lo relacionado con ella se miraba como incitación al pecado.

Como muestra de lo anterior, esbozaremos la condición a la que se vio sometida la mujer en diversos pueblos: