sábado, 22 de marzo de 2008

La Mujer y el trabajo productivo

No hay duda que las condiciones materiales de los pueblos y las costumbres reinantes, son determinantes cuando de establecer que trabajos debe hacer la mujer y cuales debe realizar el hombre. Aún quedan rezagos de tiempos anteriores que nos impiden ver con objetividad la situación relacionado con el trabajo productivo, nos inventamos toda una serie de teorías o conceptos para justificar unos y desaprobar otros. La mujer es tan capaz como el hombres para llevar a cabo cualquier tareas, por lo que no podemos desaprovechar sus conocimientos ni su fuerza de trabajo, la sociedad necesita de ese inmenso potencial para poder avanzar y para lograr un mejor modo de vida para la humanidad entera.

En la Umma Islámica , a diferencia de las naciones occidentales o con modelos económicos copiados de estos, la mujer no se vio forzada a salir en masa a buscar trabajos en las fábricas ni a suplir la escasez de mano de obra, en dichos estados existía tal abundancia de hombres que los pocos puestos existentes eran insuficientes para ellos y la mujer nunca fue desprotegida, como para que se viera obligada a ponerse al servicio de las grandes factorías so pena de perecer de hambre. No obstante lo anterior, si ella deseaba trabajar y participar en el trabajo productivo era totalmente libre de hacerlo, siempre que no se atentara contra su integridad y su honor.

En las tierras del Islam, entre los pobres las actividades que se han realizando a través de los tiempos, y siguen realizándose aún, son de subsistencias, las que requieren poca preparación, y por lo general se llevan a cabo en el ambiente familiar, en estas la mujer siempre ha estado presente, como esposa al lado de su esposo, con hija con sus padre o hermanos, no ha tenido necesidad de salir a vender su fuerza de trabajo a personas extrañas a su entorno familiar. Se las ve en actividades agrícolas, artesanales y relacionadas con el comercio. En los estratos medios, la situación es similar; los esposos atienden conjuntamente las pequeñas factorías o almacenes, sus parientes son por lo general sus empleados. Igual acontece con el ejercicio de las profesiones liberales, las esposas e hijas, son por general las secretarias o ayudantes.

En los círculos pudientes, el padre provee las necesidades del hogar, y la mujer no ha sido sometida al dilema de tener que trabajar para poder sostener a sus hijos y sacar adelante a su familia, como si ocurrió, y ocurre, en Occidente. La gran industria es relativamente nueva y todavía no se ha desarrollado lo suficiente como para cambiar los hábitos de trabajos de dichos pueblos y, por ende, lo relacionado con la participación de la mujer en ellas es escasa.

El trabajo productivo, como se anotó antes, es deber tanto del hombre como de la mujer, ambos tienen que dar lo mejor de sí para construir una comunidad que lidere el desarrollo y el progreso de la humanidad, tal como sucedió en el pasado, donde la Umma Islámica era el faro que alumbraba el horizonte de la ciencia y del saber, de la paz y la prosperidad.

Para que pueda hacerse realidad lo anterior, es necesario que tener en cuenta lo siguiente:

La mujer tiene una condición diferente a la del hombre, cual es su vocación maternal, por ello toda actividad que menoscabe o ponga en peligro la misma tiene que ser desechada por esta. Ninguna comunidad se puede permitir el lujo de poner en peligro la supervivencia de la especie, ello es contra los mandatos de Dios.

Toda actividad, sea ésta productiva o no, de la cual, siquiera, se sospeche que vulnera o pone en peligro la maternidad, tiene que ser prohibida para la mujer. Pero de determinar cuales son estas actividades se encarga la ciencia, no es lógico que personas ignorantes de estos temas anden prohibiendo tal o cual actividad. Así mismo, en el periodo del parto y durante la crianza, es deber de la comunidad entera dar a la mujer que trabaja todas las garantías para que ella pueda de manera sosegada materializar su vocación de madre.

E igualmente, que la comunidad es un engranaje de sociedades maritales y que dentro de estas se crean prioridades, las que unas veces aconsejaran el trabajo de ambos cónyuges y en otras, no. Los esposos de mutuo acuerdo deberá resolver tales dilemas y mantener siempre la concordia en el hogar. Tan necesario es en la familia, el que se proveea el sustento, como velar por el cuidado y la crianza de los hijos .

Y también, que cualquier interrelación entre hombre y mujer debe ejectuarse en un ambiente sano, que impida la obscenidad y los malos comentarios, no debemos propiciar actos que nos conduzcan a las tentaciones. Al igual que al hombre, a la mujer no le están permitidos los trabajos donde se exhiban los atributos, ni el hombre ni la mujer pueden permitirse trabajos donde se les incite a la pasión o a faltar a la fidelidad del hogar. Las jóvenes, al igual que los jóvenes, tienen que mantenerse siempre en ambientes alejados de la intimidad, la que solo es posible cuando se conforma un hogar.

Lo anterior, en absoluto limita las posibilidades de la mujer, es la misma situación del hombre musulmán. Las necesidades del mundo moderno han abierto inimaginables posibilidades a la mujer actual; hoy más que nunca se necesita que ésta asuma roles nuevos, que potencialice sus capacidades y cubra con su labor productiva la mitad de las necesidades de la humanidad. No hacerlo, sería una inmensa perdida, no solo para la mujer, sino para la sociedad entera.

Hombres y mujeres son de la misma familia, y como tal, tienen los mismos derechos y deberes, ya que el señor les promete: “ Nunca despreciare el trabajo de quien obre de vosotros, sea hombre o mujer, porque descendéis unos de otros” Corán 3:195) Es de anotar, además, que para el musulmán el ocupar puestos de dirección no es una meta en si misma, sino una responsabilidad que la comunidad otorga a los que cree más capaces. El musulmán hombre o mujer, no ambiciona ni busca tales puestos.

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