sábado, 22 de marzo de 2008

En el Lejano Oriente

Los viejos hindúes lo único que tuvieron en cierta estima, era que la mujer le diera muchos hijos varones; en los demás aspectos, la humillaban y despreciaban. Su filosofo MANU decía: De la vergüenza la razón es la mujer, por eso hay que evitarlas y agregaba que “ una mujer no debe nunca gobernarse a su guisa”, por lo que ordenaba que ésta siempre tenía que estar bajo la tutela permanente de los hombres: si era casada pertenecía a su marido, si este moría a sus propios hijos, si no tenía hijos, a los parientes más cercano de su marido y si no tenía parientes pasaba a ser propiedad del soberano. No obstante la humillación y el oprobio por la tiranía que sobre ella se ejercía - pasaba a ser propiedad de unos y de otros, como si se tratara de un buey o una cosa y no se le reconocía derecho alguno - se le exigía, por mandato legal, mantenerse siempre de buen humor para no disgustar a su esposo, a quien sí le estaba permitido todo desafuero.

En la China, tanto en la antigüedad como en épocas recientes, las cosas para la mujer no fueron diferentes, los chinos cuando el primer hijo les nacía mujer, se deshacían de ella por cualquier medio, la vendía, la regalaban e incluso, la mataban. Las jóvenes eran sometidas a métodos infames, como por ejemplo, deformar sus pies, ya que los hombres las preferían con estos pequeños. En muchas de las culturas orientales, y de otras partes del mundo, cuando moría el marido la mujer corría igual suerte, se le enterraba viva junto con el cadáver de este.

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