Hasta tiempos recientes, en los hoy llamados cultos y civilizados pueblos de Europa, la mujer era despreciada, tampoco se le dio importancia alguna, no tenía derechos ni como mujer, ni como miembro de la sociedad, no podía opinar sobre los asuntos del hogar, ni los suyos propios, ni de los de la comunidad. Los padres cuando les nacía una hija, se sentían como sí se les hubiese caído el mundo encima. Ningún hombre aceptaba a una mujer si antes, los padres de ésta, no lo resarcían o le pagaban, por el favor de desembarazarlos de la calamidad que significaba para ellos el tener una hija.
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