Para que se pueda llegar al divorcio, los cónyuges deben darse un tiempo prudencial y antes agotar otras instancias, así:
1.- Tratar de resolver sus disputas entre sí. Los esposos deben dialogar de la mejor manera sobre el asunto que motiva el conflicto y tratar de buscar soluciones que salven la relación sin perjudicar a ninguno de los involucrados.
2.- Deben someter el asunto a dos árbitros. Sí ellos mismo no han podido resolver la situación presentada, deberán acudir a sendos árbitros, uno de cada familia, quienes de manera imparcial y desapasionada buscarán poner paz entre los esposos y zanjar las diferencias, llamando siempre a que tengan paciencia y a que consulten a Dios y busquen su ayuda.
3.- Acudir al Divorcio. Si las dos instancias iniciales fracasan, las partes están legitimadas para aplicar el Divorcio. De acuerdo con la Ley Islámica, para que éste se haga realidad, requiere que sea aceptado por ambas partes, el mismo tiene que concederse salvaguardando el respeto debido a cada uno de los cónyuges y su dignidad. Esta última etapa, tampoco es algo precipitado; las leyes de Dios, El más sabio, ordenan ir en forma gradual, hasta que ambos estén absolutamente convencidos que no existe otra alternativa diferente a la separación.
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