Cuando llega el último de los mensajes del Creador de los mundos, la mujer se encuentra por doquier en condición degradante y con grandes estigmas pesando sobre ella, entre los que es bueno resaltar, éstos: - uno, que la catalogaba como de naturaleza inferior al hombre ; otro, que la consideraba como el pecado mismo y, un tercero, que despreciaba las labores realizadas por ella, las cuales eran consideradas de poco valor e indignas de ser hechas por un hombre. . Dios, Altísimo sea, pone fin a cualquier discusión sobre el tema y decide de una vez por todas cual es la verdadera condición de la mujer con relación al hombre, dejando sin piso tales artificios:
Allah, El Señor de los Mundos, sentenció:
“ ¡ Oh humanos! os hemos creado de un hombre y de una mujer y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. Ciertamente el más honrado de vosotros ante Dios es el que sea más piadosos. sura 49: 13-
“ ! Oh humanos! preservaros de vuestro Señor que os creó de un sólo ser, del cual creó a su esposa y de ambos hizo descender a innumerables hombres y mujeres” -Sura 4, 1-
“ Nunca despreciare el trabajo de quien obre de vosotros, sea hombre o mujer, porque descendéis unos de otros” Corán 3:195)
El Profeta, la paz de Dios sea con él, por su parte dijo al respecto:
¡ Oh ! humanos, vuestro Dios es único y vuestro padre es el mismo; todos descendéis de Adán, y Adán era de barro. Ciertamente el más honrado de vosotros es el más piadosos. No hay superioridad ... a no ser por el grado de piedad.”
Con estas sentencias quedó dilucidada la verdadera naturaleza de la mujer, ya no se la tendría más como inferior al hombre, o como extraña a la raza humana, ni se la vería como fuente del pecado y las actividades realizadas por ella serían apreciadas como las del hombre.
Al propagarse el mensaje del Islam a todos los confines de la tierra, comenzó una verdadera revolución social, aún no valorada adecuadamente ni culminada en toda su esencia. Revolución que restauró a la mujer su estatus como persona, como mujer, como madre y como hija y la colocó en el pedestal que le pertenecía; no fue vista ya como causante del pecado o de las calamidades y sus esfuerzos, sus obras, por fin fueron apreciadas y valoradas.
El modo de vida islámico reconoció a la mujer su constante contribución al desarrollo de la sociedad y, consecuencialmente, los derechos que le pertenecen, tales como el derecho a su propia identidad, a educarse, a tener bienes propios, a participar en la herencia y a ser ella la que trazara su futuro, decidiendo por sí misma, con cual hombre podría casarse y formar su hogar. No más imposiciones en este sentido. Igualmente, en casos de desarmonía, podía divorciarse. Por mandato de Dios, Alabado sea, la sociedad Islámica sentó las bases de la verdadera emancipación femenina y le abrió a la mujer las puertas al éxito en esta vida y en la otra.
El Islam no sólo reivindicó el derecho de la mujer a llevar una vida social amplia, sino que hizo esto posible al proporcionarle los medios propios para su desarrollo en el estudio, trabajo, política o en cualquier otra actividad digna y decorosa, sin ninguna limitación. Atrás quedaron los tabúes y prejuicios ancestrales que le impidieron ser durante largas épocas y que privaron a la humanidad entera de contar con ayuda invaluable. Quienes aún persisten en esas oscuras formas de pensar y de actuar, van en contravía de la razón y de los mandatos Divinos.
La Sharia Islámica - Ley Islámica- exige a los hombres, y a toda la sociedad, no sólo tratar con bondad a la mujer, sino que también llama a respetar todos y cada uno de sus derechos. La bondad, si bien es cierto en algunos casos - al crear un clima de armonía y comprensión- hace innecesario el ejercicio de estos, no puede convertirse en una forma de desconocerlos. También ordena la Ley Islámica la educación tanto del hombre como de la mujer. Si no se le permite, o se le impide a ésta, educarse, es lógico desconocerá cuales son sus derechos, el significado de los mismos y la importancia que reportan y no los ejercerá ni los exigirá., ya que la ignorancia, es otra forma de desconocer o atentar contra los derechos concedidos por Dios a la mujer, que es, en gran parte, la situación que se vive en estos tiempos en varios lugares del mundo.
Allah, El Señor de los Mundos, sentenció:
“ ¡ Oh humanos! os hemos creado de un hombre y de una mujer y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. Ciertamente el más honrado de vosotros ante Dios es el que sea más piadosos. sura 49: 13-
“ ! Oh humanos! preservaros de vuestro Señor que os creó de un sólo ser, del cual creó a su esposa y de ambos hizo descender a innumerables hombres y mujeres” -Sura 4, 1-
“ Nunca despreciare el trabajo de quien obre de vosotros, sea hombre o mujer, porque descendéis unos de otros” Corán 3:195)
El Profeta, la paz de Dios sea con él, por su parte dijo al respecto:
¡ Oh ! humanos, vuestro Dios es único y vuestro padre es el mismo; todos descendéis de Adán, y Adán era de barro. Ciertamente el más honrado de vosotros es el más piadosos. No hay superioridad ... a no ser por el grado de piedad.”
Con estas sentencias quedó dilucidada la verdadera naturaleza de la mujer, ya no se la tendría más como inferior al hombre, o como extraña a la raza humana, ni se la vería como fuente del pecado y las actividades realizadas por ella serían apreciadas como las del hombre.
Al propagarse el mensaje del Islam a todos los confines de la tierra, comenzó una verdadera revolución social, aún no valorada adecuadamente ni culminada en toda su esencia. Revolución que restauró a la mujer su estatus como persona, como mujer, como madre y como hija y la colocó en el pedestal que le pertenecía; no fue vista ya como causante del pecado o de las calamidades y sus esfuerzos, sus obras, por fin fueron apreciadas y valoradas.
El modo de vida islámico reconoció a la mujer su constante contribución al desarrollo de la sociedad y, consecuencialmente, los derechos que le pertenecen, tales como el derecho a su propia identidad, a educarse, a tener bienes propios, a participar en la herencia y a ser ella la que trazara su futuro, decidiendo por sí misma, con cual hombre podría casarse y formar su hogar. No más imposiciones en este sentido. Igualmente, en casos de desarmonía, podía divorciarse. Por mandato de Dios, Alabado sea, la sociedad Islámica sentó las bases de la verdadera emancipación femenina y le abrió a la mujer las puertas al éxito en esta vida y en la otra.
El Islam no sólo reivindicó el derecho de la mujer a llevar una vida social amplia, sino que hizo esto posible al proporcionarle los medios propios para su desarrollo en el estudio, trabajo, política o en cualquier otra actividad digna y decorosa, sin ninguna limitación. Atrás quedaron los tabúes y prejuicios ancestrales que le impidieron ser durante largas épocas y que privaron a la humanidad entera de contar con ayuda invaluable. Quienes aún persisten en esas oscuras formas de pensar y de actuar, van en contravía de la razón y de los mandatos Divinos.
La Sharia Islámica - Ley Islámica- exige a los hombres, y a toda la sociedad, no sólo tratar con bondad a la mujer, sino que también llama a respetar todos y cada uno de sus derechos. La bondad, si bien es cierto en algunos casos - al crear un clima de armonía y comprensión- hace innecesario el ejercicio de estos, no puede convertirse en una forma de desconocerlos. También ordena la Ley Islámica la educación tanto del hombre como de la mujer. Si no se le permite, o se le impide a ésta, educarse, es lógico desconocerá cuales son sus derechos, el significado de los mismos y la importancia que reportan y no los ejercerá ni los exigirá., ya que la ignorancia, es otra forma de desconocer o atentar contra los derechos concedidos por Dios a la mujer, que es, en gran parte, la situación que se vive en estos tiempos en varios lugares del mundo.
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